Comarca de Gordón

[Seishin]

El sábado pasado fui a una librería cristiana y vi una calcomanía que decía "Toque su claxon si ama a Jesús". Me sentía un poco deprimido porque acababa de asistir a una presentación de nuestro coro parroquial que había sido espantosa, así que compré la calcomanía y la pegué en la luna trasera de mi coche. ¡Oh! ¡Me puse tan contento de haberlo hecho! Porque, después de esto, tuve una experiencia inolvidable.

Al detenerme ante el semáforo en rojo de una intersección muy transitada empecé a pensar en el Señor y en lo bueno que es. No me ´di cuenta cuando la luz cambió. Pero es bueno saber que muchoa aman a Jesús, porque de no haber tocado su claxon no hubiera visto que el semáforo estaba en verde.

Entonces pude darme cuenta de que muche gente ama al Señor porque, cuando iba a arrancar, una persona empezó a tocar su claxon como loca, abrió su ventanilla y gritó "¡¡¡por el amor de Dios!!!... Todos empezaron a tocar su claxon. Saqué la cabeza por la ventanilla y empecé a saludar con la mano y a sonreir a toda esa hermosa gente. ¡Hasta toqué mi claxon unas cuantas veces para compartir aquella demostración de amor!

Creo que había un hombre de Florida detrás de mí, porque le oí gritar y decir algo sobre una "sunny beach"... También vi a otro hombre saludándome de una manera muy chistosa, tan sólo con el dedo medio hacia arriba. Mi hijo venía en el asiento trasero y le pregunté qué quería decir ese gesto y me comentó que tal vez era un saludo hawaiano para desear buena suerte o algo así. Le creí, porque yo no conozco a nadie de Hawai.

Una vez más me asomé por la ventanilla y le devolví el saludo a aquel hombre. Mi hijo se echó a reir, ¡también él estaba disfrutando de una experiencia religiosa!.

Algunas personas estaban tan llenas de regocijo que bajaron de sus coches y se enfilaron hacia mí. Estoy seguro de que querían orar conmigo o tal vez preguntarme a qué iglesia asistía. Fue en ese instante cuando me di cuenta de que la luz del semáforo estaba nuevamente en verde. Dije adiós a todos mis hermanos y conduje mi coche a través de la intersección. Me di cuenta de que sólo yo había logrado pasar ya que la luz cambió en ese instante a rojo.

Me sentí un poco triste por tener que dejar a todos atrás después del hermos amor que compartimos, así que paré mi coche y, asomándome por la ventanilla, con mis dos manos, les envié a todos el saludo hawaiano de la buena suerte.

¡Oh! ¡Qué grande es el Señor por tener tan buenos seguidores!
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