Yosco

Registrado: 14 Abr 2007 Mensajes: 2254 Ubicación: Leioa (Vizcaya)
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Publicado: Mie Jun 06, 2007 9:04 pm Título del mensaje: El preventorio. |
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El Preventorio
Es una tarde de domingo. La primavera amenaza con colarse definitavemente por el cielo y crecerse en los prados. Los árboles verdecen. Y, sin embargo, hay una imagen de nieve en La Pola, espléndida, entre la que se crece la silueta del Preventorio. El Preven, decÃamos de guajes. Y las tardes de domingo como ésta, pero cargadas de nieve y frÃo de aquellos otros inviernos, subÃamos por entre los senderos abiertos en la ladera del Preventorio hacia el cine, a ver una de los caballeros de la tabla redonda, o de santos. Ãbamos formales, para que las monjas no nos pusieran pegas. A veces era don Domingo el que aparecÃa o daba el permiso para que pudiéramos entrar. El calor y la oscuridad se llenaba de rumores de los niños y niñas asturianos y de Pola, admirando las imágenes evocadoras de héroes medievales y hombres o mujeres sacrificados por la fé.
HabÃa veces en que no era posible entrar, y la bajada del Preventorio era más frÃa y más triste, como si la nieve se hubiese recrecido medio metro y amenazara con sepultarnos. Acabábamos calentando los sabañones en la cocina de casa en una tarde muy larga que nos llevaba a la escuela al dÃa siguiente, sin pelÃcula del Preven.
El Preventorio -en León habÃa otro que conocà y vivà para hacer la primera comunión- era aquel invento para los niños y niñas que necesitaban un buen clima, donde se les procuraba una atención más religiosa que escolar y en el que pasar un periodo breve de tres meses que, para los siete u ocho años, eran la bola infinita, como dirÃamos a los siete u ocho años.
El Preventorio de La Pola se fue creciendo como un edificio singular, inmenso para la visión infantil -grande y respetable para los adultos- sobre la ladera de Los Pinos. Luego, la carretera le cortarÃa el paso por detrás; pero las monjitas no renunciaron por ello a acercar a sus pupilos y pupilas a los pinares en las tardes del verano. Cuando el turno era de niñas, los niños de La Pola -algunos, al menos- no perdÃamos ocasión de ir a acechar sus juegos y embobarnos con las asturianinas, sin hacer de menos a las niñas del pueblo, a las que nos gustaba admirar a la salida de misa de doce de cada domingo, cuando ponÃan sus mejores vestidos y calzaban los zapatos de charol. Si el turno era de chicos, también era buena ocasión para hacerles saber a las primeras de cambio y cuando las monjas no controlaban a alguno que se alejaba un poco de más del perÃmetro asignado, quiénes eran los amos del pinar. La cosa no solÃa pasar de cruzarse frases del corte de vosotros cazurros y vosotros babayos o lo de asturiano marrano... y ese etcétera que no es imprescindible reproducir en su totalidad.
Y se creció el Preventorio junto con nuestra memoria y los árboles recién plantados, pinos y abetos en su mayorÃa, que fueron haciendo ese rincón precioso convertido en parque. Se hizo, por derecho, un lugar en nuestra vida.
Por eso sentà miedo cuando, años atrás, lo và tan abandonado a su suerte. ParecÃa un bajel desarbolado a la deriva entre un mar de copas verdes y monte recrecido de zarzas. Su piscina, seca y agrietada. Lo que fué cine, una nave abierta a la calle por donde huÃan todos los recuerdos, las risas y las lágrimas, de tantas pelÃculas. Lo miré muchas veces asÃ, amenazado, estirando sus tejados y balconadas hacia el cielo como para coger aire en un último suspiro y casi habÃa aceptado su final, cuando empezó a recobrar su azul enmarcando ventanas, los alfeÃzares se llenaron de geranios y las laderas volvieron a abrirse limpias entre los frondosos árboles para acercarse a las escalinatas que se abren a la explanada de su fachada.
El milagro del Preventorio es que sigue siendo necesario para aliviar los años excesivos, las artritis mal cuidadas y los catarros crónicos. Tal vez con menos misas y no sé si con cine; aunque, seguro, con televisión. Pero me gustarÃa saber si los abuelos de la Pola suben poquito a poco las cuestas de sus laderas para que algún don Domingo les deje entrar a ver una del Cid o de Dartañán o el caballero Lanzarote... o una de santos. Y si arman tanto espolÃn como armábamos nosotros.
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