Comarca de Gordón

[Villarín]

Nota bio-bibliográfica de Juan Carlos Lorenzana, un escritor gordonés

A mi sobrino Canaán agradecí mucho el obsequio del libro titulado Relatos Mineros, una novela de Juan Carlos Lorenzana, publicada por EOLAS ediciones, León, 2019, con prólogo de Julio Llamazares.

En la solapa del libro, que es el primero editado del autor, se lee: “Juan Carlos Lorenzana Ordiz, Zana, nació en Ciñera de Gordón, en 1964. Es hijo, nieto y bisnieto, por ambas partes, de mineros. A los diecisiete años inicio el curso para Ayudantes Mineros (Mineros Canteros) y al cumplir los dieciocho ingresó en la Hullera Vasco Leonesa, en el Grupo de Santa Lucía, donde pasó por las categorías de Ayudante Minero, Ayudante Barrenista, Artillero y Vigilante. Fue alcalde del ayuntamiento de La Pola de Gordón, puesto desde el que siempre defendió que él era un minero que estaba de alcalde. Dimitió de este cargo al no aceptar la política contraria a los mineros del carbón llevada a cabo por el partido por el que se presentó.�

En la contraportada, con palabras de Zana, se expresa la causa determinante y el motivo que le han impulsado a escribir esta novela, a saber: “Con estos relatos se quiere abrir, mostrar, enseñar más allá de las cuencas, cómo fue que sufrimos, que luchamos, que lloramos y reímos. Cómo fue que vivimos. Cómo se llegó al convencimiento de que juntos, y sólo juntos, podíamos soportar el vivir en zonas inhóspitas, con un clima adverso, en un trabajo duro, durísimo, que nos ha hecho pagar mucha sangre. Y, durante mucho tiempo, represaliados. Con estos relatos mineros queremos contar para desmentir, contar para desmontar toda la infamia que de nosotros se ha dicho y se ha escrito.�

El párrafo precedente pertenece a un breve liminar, que lleva por rúbrica “A modo de por qué y cómo�, y que se extiende por las páginas 17 y 18 del libro. La novela se estructura en diez capítulos, según el índice siguiente: El miedo… p. 19; El camino… p. 39; No más allá de seis palabras (Como una bola de nieve)… p. 55; El primer día del resto de sus días… p. 67; A veces es el azar, las más no… p. 83; Los otros nombres… p. 109; Suerte, nos vemos arriba… p. 129; El día de fiesta… p. 139; Más fuerte que el odio…p. 153, y, Miradas… p. 169. El libro termina con un glosario usual en el oficio de minero.

No me puedo meter en un terreno que no conozco, como es el de la crítica literaria, pero, pongo dos letras y me permito decir que, la lectura de la novela ha sido una delicia para mí, por lo sustanciosa y evocadora de un mundo de modesta grandeza, el de los mineros, cuyo hábitat y vivencias noveladas se describen con sensibilidad y formas elegantes de escritor. A mi entender, se narra con estilo cuidado, con eficacia expresiva, con lenguaje llano, preciso, significante, sin la menor afectación, con sencillo gusto. Son páginas vivas, que captan la esencia no fugaz del duro y afligido mundo de los mineros, gentes de fortaleza austera, durante mucho tiempo abandonados a sí mismos y anclados a la espesa oscuridad de la mina, en lucha al par con ella, tal como se da a ver. Quién mejor para exponer narrativamente en síntesis novelada, un punto de vista, con conexión empírica, de los afanes, sacrificios, anhelos, pesares, valores, en fin, avatares y vicisitudes de los mineros en su esencial identidad y quehaceres, si no un minero con criterio humano experimentado, que domina los signos de la cultura minera, que los ha vivido desde la distancia cero y, por tanto, sabe de lo que cuenta, porque en su corazón laten, sin posible olvido.

Dicho sea de paso: bajo el imperio de la necesidad, la minería en nuestra comarca fue un modo de vida, un sostén nutricio de muchas familias y de la sociedad local durante más de una centuria, y ahora, después de su hundimiento, por la crisis tan radical vivida, empieza a ser memoria de un mundo fenecido, donde la amarga realidad ya pesa más que la esperanza, que no podemos eludir; se han de hallar alternativas de vida productiva, para arraigar Gordón en su propia existencia, en la totalidad de su vida, que no debe quedar jamás disuelta en la despoblación, algún día, como ya sucede con tantos pueblos españoles, lugares que no volverán a ser sino volatizados nombres, sin más huella que su melancólica grafía escondida en los viejos mapas. Que no nos lamentemos de lo que hubiera podido ser, cuando llegue la lejanía del futuro, cuando el devenir nos envuelva. Yo espero que antes lleguen remedios rotundos y explícitos.

Nada más por hoy; siempre afectuosamente.

Villarín

[Yosco]